Thursday, January 11, 2007

Las misiones jesuitas




Para descansar de tanto piscinazo en Santa Cruz de la Sierra, con el Lucas decidimos hacer una peregrinación. Buscamos una micro de flagelantes y a San Xavier partimos a contemplar y verdades encontrar. El camino era -de esperar- una tortura: la lluvia azotaba el camino, las palmeras y el parabrisas. Los choferes, como parte del ritual, debían conducir, cobrar y arreglar el limpiaparabrisas: mientras los rayos caían de lado a lado, ellos cambiaban y cortocircuteaban los fusibles para hacerlos funcionar, a ellos y a las luces. Todo aquello oscilando de lado a lado por un camino resbaladizo a 112 km/h, escuchando cumbias de la sierra y soñando con el Che Guevara y su escuelita. “Escalofríos, de aquí no salimos, ricercare, post mortem ibidem”, pensaba yo.




A las Misiones llegamos y empezamos a abrir puertas, incursionar, descubrir los secretos de la catolicidad, jesuitas embalsamados, cálices, columnas torsionadas por la culpa, campanarios, relojes de sol, verdades, mentiras y cánticos del más allá.





La última puerta, la más lejana, la más cerrada: el Lucas, ya envalentonado, logra abrirla: asoma apenas la cabeza y media espalda y retrocede, cierra rápido y corre hacia mí. “Roberto, ¡hay un hombre ahí!”

¡Zuácate! –me dije- este crío penetró al lugar secreto, donde dan la extremaunción, o quizás peor, ¿qué es lo que viste, hijo? ¿tienes miedo?, ¿porqué corres?

“Papá, papá, Roberto” –tartamudeaba él- “ese hombre, estaba, estaba…”

Yo ya lo había agarrado firme y lo protegía de cualquier acoso, discurso moralizante sobre la intromisión a la intimidad de los moribundos (“Ave César, morituri salutant”, cómo decían los luchadores en la película “Gladiador” que vimos después al bajar a Arica), quizás sólo estaban recitando las Sagradas Escrituras, o hilvanando las mortajas del último Padre fallecido, o estaban practicando los rituales para presentarlos en el Carnaval de Oruro. La verdá, ni me imagino, yo nunca he vivido en un claustro, pero no estaban ni cocinando ni jugando a la rayuela, pues estoy seguro que los misioneros esos respetan los votos de pobreza, de castidad y de abandono de los placeres mundanos…

“¡Papá, ese hombre estaba viendo la tele!”

Monday, January 01, 2007

A piedras con los años


Bye bye 2006, año malo y malo, del parecer de muchos.
Murió un año, un tirano, este año ha pasado, se los regalo.

Bueno. Para recibir el año que se anuncia lleno de gracia,
partí al puerto principal, Valparaíso mi amor, ascensor,
con mis viandas, la mostaza y la copa de cristal.
A la bicicleta dimos el día libre, que se merece el descanso.

Una tarde tranquila en el puerto, puro saludar y yantar
La fiesta se venía bien, no iba yo a imaginar.
Caleta Portales, carpas y pescadores que no pescan,
Pero que igual tratan y tratan, como debe ser.




Llegó mi hermana Rosa y su familión, “Robertoo”
Buscamos el lugar mejor, nos fuimos a bañar,
Entre tanta porquería, al año 2006 a despedir
Sánguches variados, bien condimentados, bajar.

Los asados comienzan, las nuevas amistades,
un cabro me saluda: “Master”, sonreímos,
Nunca sabremos el porqué, llega la noche,
Nos bañamos, nos ponemos nerviudos.

Se apagan las luces, las luces se apagan, ¿viste?
Comienza el conteo, la nave despegará, 2007,
Salta el champán, nos abrazamos miles
Saco la cámara, busco el mejor ángulo y disparar.

De pronto, eclipse total, me cayó un meteoro
en la cabeza y en el pulgar, el sano, el izquierdo,
me palpo, rescato la cámara, sangre, no lo creo
los ambulancieros se acercan , me llevan ipso.



Al evento más top, saltamos las rejas, corrimos
Hasta la ambulancia, que estaba cerrada, sin naiden
Todas las enfermeras mirando, embelesadas, goteo
Se acerca una, no tiene llave del móvil, ¿qué hago?

Pues desenvaino la cámara y le digo, “cuando abras
lambulancia, me atiendes, yo tengo otras urgencias”
Y parto fotos de polvorazos a sacar, movidas, ulalá
No importa, el evento está primero, luego la salú.

Tomé un par de cuadros, todos movidos, me perdonarán
La sangre obnubila y te hace temblar, pero igual están.
Fin de la sesión explondorosa, nos abrazamos, me cura
Me rapa, y sólo atino a preguntar si la camisa enrojecí.